En 1961 Kennedy acuñó una de sus frases más rememoradas:

Así pues, compatriota: no preguntes lo que tu país puede hacer por ti, sino lo que tú puedes hacer por tu país.

Frase que sin lugar a dudas puede y debe aplicarse al valor del compromiso con un colectivo y un objetivo común compartido; a tal punto que estamos por afirmar que define la diferencia, no ya entre equipos ganadores o perdedores, sino entre lo que es realmente un equipo y lo que podríamos definir como a «unas cuantas personas, casualmente juntas».

Desde las estrategias de liderazgo y motivación pueden ponerse en marcha técnicas no muy complejas que pueden marcar un rumbo cohesionado y homogéneo para todos los miembros de un grupo de trabajo, sin embargo, nunca debemos de olvidar que es la persona, cada integrante, quien de manera individual y responsable -lo asuma o no, consciente o inconscientemente- opta por afiliarse a una determinada misión y visión asociado a un proyecto u objetivo común. O bien al contrario, si entra en el modo «estar sin ser», más propio de la figura del empleado quemado que se deja arrastrar por la corriente mayoritaria sin aportar nada, más allá de lo estrictamente exigible -actitud descafeinada, vamos a llamarla así-.

En los tiempos que corren, con salarios que tienden fuertemente a la baja, donde la inversión es vista como gasto y el gasto medido hasta el último céntimo, donde el miedo al error domina casi cada decisión empresarial -porque cualquier pequeño detalle puede costar la supervivencia-, afirmamos que es la actitud lo que marca la diferencia entre permanecer y crecer o languidecer hasta desaparecer del mercado. Más allá de los golpes de suerte y raros casos de éxito (esos «unos» de «tantos miles»), en el día a día de la tremenda, dura y satisfactoria labor de crear, emprender y construir un concepto nuevo de empresa, de modelo de negocio, de alternativa de vida (al que ya denominamos 3.0), el éxito real va a regirse por el corazón antes que por la razón; en última instancia esa actitud antes mencionada será, más que la aptitud, lo que marque la altitud de los logros conseguidos como equipo (parafraseando aquí a nuestro CEO, José María Rodríguez).

Y no son frases baladí las ahora escritas sino afirmaciones que forman parte del artesonado, el esqueleto, del concepto nex. Esta filosofía, ideada hace un año, pero madurada durante todo este tiempo, define como base de nuestro ideario la igualdad entre los componentes del equipo que voluntariamente asumen la frase de Kennedy como propia. Esa igualdad de responsabilidad e implicación, donde la máxima no es el qué recibir sino el qué puedo aportar, donde todos y cada uno de los integrantes se vuelven de la misma manera vitales e indispensables. (Porque para nosotros, las personas, sí marcan la diferencia.)

O, de vernos en la obligación de establecer grados de relevancia, son aquellos que ejecutan finalmente las tareas, los que en otros sistemas de organización pasarían desapercibidos o serían invisibles detrás de un monitor, sobre los que recae la función más delicada e importante: construyen la excelencia y la reputación de la marca. Hacemos nuestra una frase que afirma que si al reloj más caro y exclusivo le quitas la pieza más pequeña e insignificante, éste deja de cumplir con eficacia su principal cometido: dar la hora de una manera precisa y exacta.

Creemos firmemente que de nada sirve una positiva relación con el empresario o el emprendedor que se convierte en nuestro cliente, de nada sirve una planificación de tareas, de nada sirve marcar una estrategia de trabajo si, finalmente, los responsables de construir el producto o desarrollar el servicio caen en la dejación por cualquier causa, justificada o no. Un equipo cohesionado es como un barco y un miembro abatido por el desinterés y la falta de motivación es como una vía de agua que acabará por hundir a todo el conjunto.

Así pues, en nex cultivamos el valor del compromiso, el sentimiento de grupo, la emoción de la familia, la escucha activa, la paciencia, la empatía con aquellos que nos rodean… además de por un sentimiento de pertenencia, por otro más íntimo de supervivencia. No solo porque sabemos que si uno sólo de nosotros flaquea todos sufrimos, sino porque confiamos en que «el todos sustenta a los uno«. El éxito compartido, obtenido por el todos, es el beneficio de cada uno de los integrantes del equipo.

Esta forma de ser y hacer, además, se refleja en la relación con el cliente y la ejecución de los servicios que prestamos. No implica que estemos exentos de cometer algunos desaciertos pero sí implica de manera claramente visible y experimentable que la actitud colectiva del equipo siempre supera las expectativas iniciales de nuestros clientes, no solo a la hora de alcanzar logros sino de subsanar errores a través del aprendizaje mutuo y de la rapidez de reflejos que da el disponer de muchos ojos para observar y muchos oídos para escuchar.

La pregunta que te invitamos hagas a cada una de las personas con las que formas equipo y trabajas, la misma que hizo Kennedy en su discurso de 1961, es la misma que le hacemos a cada uno de los integrantes del grupo de personas que forman nex:

qué puedes hacer tú por todos los que estamos contigo.

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