La parte de una marca que no ves es la más importante. Una marca no es un logotipo, es un conjunto de intenciones y valores funcionando de manera ordenada gracias a una estrategia.

 

Nuestro cerebro retiene muchísima mas información de la que nos damos cuenta. Cada día, procesamos «cientos de gigas» de imágenes, sonidos y sensaciones que conforman nuestro storytelling con respecto al mundo que nos rodea. Toda esta información es clasificada, ordenada y «triturada» por el cerebro, desechando casi el 80% de la información que recibimos en tiempo real para que podamos atender de manera eficiente al 20% restante. De esta cifra quizás no lleguemos a almacenar conscientemente mas del 5%. ¿Qué tiene que ver esto con las marcas y la comunicación? Mucho. La marca que quiera llegar a sus clientes de forma eficiente debe de tener claro una cosa muy importante: Como marca, debes facilitarle el trabajo al cerebro de tu espectador para poder entrar en él.

¿Cómo lo conseguimos? La idea es convertir nuestra marca en un icono,  dotarla de elementos que la conviertan en uno, transformando lo que comunicamos, el mensaje y su significado en formas reconocibles, sencillas, directas y memorables.

Así conseguimos crear un nexo entre la marca y el espectador que focaliza su atención en nosotros, discriminando el resto del «ruido».

Muchísimas veces has cerrado un banner publicitario, pero después has recordado algo que lo identificaba con una marca. Un fondo rojo y una tipografía redondeada y blanca y sabes que es Coca-Cola. Un rectángulo azul con una elipse amarilla y ya sabes que era de Ikea. Y esto solo hablando de logotipos. El concepto se extrapola a fotografías, tipografías, tipo de música en los spots, decoración de los locales, uniformidad de los empleados, maneras de tratar al cliente.

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Las marcas deben transmitir de una manera sencilla una historia (previa, pasada y futura) que podamos decodificar fácilmente. Toda esta historia se va contando en diferentes capítulos que tienen igual importancia para el resultado final. Más allá del producto (que ciertamente es muy importante), vemos que la atención al cliente, la comunicación, la publicidad, los valores, el tono de conversación, las redes sociales, la decoración, el diseño web, etc… son elementos esenciales para hacer que nuestra marca sea diferente y memorable. Que se quede para siempre en el cerebro de los consumidores.

Estos conceptos que podemos llamar intangibles, pero que son las bases del valor de nuestra marca, se necesitan unos a los otros para conformar una comunicación coherente. De nada nos valdrá tener el mejor diseño del mundo, si nuestro producto no cumple. De nada nos servirá tener el mejor community manager si nuestra atención al cliente es penosa.

Para velar que la coherencia reine en el territorio de nuestra marca debemos marcar a fuego una palabra en nuestro ideario. ESTRATEGIA. Sin una estrategia que reúna, ordene, clasifique, filtre y distribuya los elementos anteriores con total coherencia nuestra marca esta destinada al fracaso. Una acertada estrategia de comunicación hará que ninguno de los aspectos de tu marca quede al azar, proporcionándole fortaleza y unas bases férreas para un crecimiento sostenible y estable. Que sirva para llevar de la mano a nuestra marca hasta que sea adulta.

No hablamos de fuerza ni poderío. Hablamos de ingenio y eficiencia a la hora de que nuestro cliente nos escuche.

 

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